No me has olvidado
No puedes ocultarlo. Lo sé. Se te nota. Sigues pensando en mí. Es evidente que no me has olvidado. Me pitan los oídos cada vez que me imaginas. Al despertar, cuando un desconocido te da los buenos días. Esa persona que solo está en tu vida como puente. Como estructura que sustenta el paso de tantos otros. Me recuerdas al desayunar. En esa tostada con aceite y sal. En todas y cada una de las veces que nos sonreímos.
No me has olvidado. Y no lo has hecho porque jamás me llegaste a conocer. Pero es que aún así, me sigues recordando. En esa siesta a media tarde. En esos planes de domingo. En esa maldita manía de follar con canciones que eran nuestras. Y solo nuestras. Y de nadie más.
Sigues pensando en mí. Es evidente. Se te nota a kilómetros. Cuando te besan, estoy yo. Cuando te meten en la cama, cuando te emborrachan, cuando te dicen que te quieren... Ahí estoy yo.
Estoy incluso cuando tú no estás. Cuando te vas más lejos de lo que siempre has estado. Porque al huir, en un día de sol, la sombra te persigue. El recuerdo te golpea en la cara. Te pregunta que a dónde coño vas. Que fuiste tú quien decidiste acabar con los días de lluvia. Y eso, en algo tan complejo como el amor, es firmar tu sentencia.
Porque no hay nada como los tiempos difíciles. Nada mejor que la cura de humildad, el gatillazo o la guantazo con la mano abierta. Nos protegen del pasado. Nos previenen del recuerdo. Pero tú escogiste el camino recto. Ese por el que van todos los que tienen miedo a olvidarse. Y ahora, cosas de la vida, nadie recuerda mejor que tú.
Qué putada.
No me has olvidado. Y no lo has hecho porque jamás me llegaste a conocer. Pero es que aún así, me sigues recordando. En esa siesta a media tarde. En esos planes de domingo. En esa maldita manía de follar con canciones que eran nuestras. Y solo nuestras. Y de nadie más.
Sigues pensando en mí. Es evidente. Se te nota a kilómetros. Cuando te besan, estoy yo. Cuando te meten en la cama, cuando te emborrachan, cuando te dicen que te quieren... Ahí estoy yo.
Estoy incluso cuando tú no estás. Cuando te vas más lejos de lo que siempre has estado. Porque al huir, en un día de sol, la sombra te persigue. El recuerdo te golpea en la cara. Te pregunta que a dónde coño vas. Que fuiste tú quien decidiste acabar con los días de lluvia. Y eso, en algo tan complejo como el amor, es firmar tu sentencia.
Porque no hay nada como los tiempos difíciles. Nada mejor que la cura de humildad, el gatillazo o la guantazo con la mano abierta. Nos protegen del pasado. Nos previenen del recuerdo. Pero tú escogiste el camino recto. Ese por el que van todos los que tienen miedo a olvidarse. Y ahora, cosas de la vida, nadie recuerda mejor que tú.
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